Fotografía de Gabriela Romero |
La escuché olfatearme, salivar. La oscuridad me devoró como quién disfruta de su cena. Comenzó con mis pies, y ascendió despedazándome como si fuera una fiera y yo una amenaza. Bebió mi sangre, hasta la derramada lamió. Yo... yo la escuchaba masticar, tragar... pero no pude oír su eructo de satisfecha porque en el mismo instante la puerta se cerró.
Sólo he leido los relatos de esta página, y me han gustado.
ResponderBorrarSaludos.
Gracias!!!!
Borrar