Aunque no lo creas llegué a esta ciudad en un vuelo de dos semanas. Sí: 14 días y 14 noches. Recalé con la lengua fuera, las patas entumecidas y los ojos
secos. Me sentía morir. ¡Y sin un lugar para
acurrucarme! Picoteé algo,
lo suficiente para no desmayarme y provocar mi propia muerte, al azar, por algún distraído. Ya repuesto me refresqué en una
fuente, ¿podrás creerlo? Me habían
dicho que esta ciudad es de locos... puro cemento, vidrios, autos, bocinas; y
escasos árboles. Igual partí. Volé. Me vine.
Hoy heme aquí,
sentado contento en la rama donde construí mi nido.
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